Si te lastimaste la rodilla y te sigue doliendo, es posible que te hayas roto el menisco. Hoy te explicaré cómo se pueden detectar los síntomas, cuáles son los tratamientos y cuál es la intervención quirúrgica.
Los meniscos se encuentran dentro de la rodilla y están hechos de fibrocartílago. Actúan como amortiguadores, favoreciendo el paralelismo articular y distribuyendo las fuerzas de carga aplicadas sobre las rodillas, atenuando el impacto entre la tibia y el fémur e impidiendo el contacto y la fricción entre ambos huesos.
Los síntomas de una rotura de menisco van desde dolor articular intenso hasta inflamación de la rodilla
El menisco es un tipo de cojín que distribuye las fuerzas de carga que se ejercen sobre la rodilla. También evita el contacto y la fricción entre la tibia y el fémur y amortigua el impacto entre los dos huesos. El riesgo de desgarro es particularmente alto para los atletas, especialmente aquellos que practican deportes de contacto como el fútbol o actividades que involucran la rodilla como el tenis, el baloncesto o los deportes de invierno.
El riesgo de rotura de menisco aumenta con la edad. Uno de los problemas con los meniscos es que se deshidratan gradualmente con la edad. Y se vuelven más duros, menos elásticos, más quebradizos y pueden romperse más fácilmente.
Índice de contenidos
Causas de las roturas y sus tipos
Las roturas de meniscos son una de las lesiones más frecuentes en la articulación de la rodilla y pueden tener varias causas:
- Trauma: causado por impacto directo o indirecto.
- Degenerativa: por deterioro progresivo a lo largo de los años.
- Mecánica: por mala postura, resultando en mal funcionamiento.
¿Cómo identificar una lesión meniscal?
Para detectar una rotura de menisco, debemos saber que el dolor se localiza en las líneas intercondíleas de la rodilla, tanto lateral como medialmente. A nivel clínico existen pruebas específicas para detectar una lesión meniscal, por ejemplo:
- Prueba de McMurray.
- Prueba de compresión Apley.
- Otra prueba que también podemos utilizar es colocar al paciente en posición de pie y, con el apoyo de una pierna ya 40º de flexión, provocar una rotación forzada del tronco.